El olvido es el lugar en que se refugian nuestros ancestros, historias, costumbres y silencios. También hay espacios en los que se conservan, estudian, exponen y difunden los patrimonios culturales, son los museos. Estos espacios están muertos, aunque ellos no lo saben. Sin embargo, hay un museo en que la cultura está en el decir, donde la risa acalla la formalidad, donde se vive, se bebe y se come. Los sabores, aromas y texturas no evocan el pasado: son puro presente. Es el museo de la chicha.
Del cielorraso cuelga un zarzo hecho de varas, chamizos y cabuya. Su altura deja ver como se almacenaba en las casas campesinas el maíz para mantenerlo alejado de los ratones y otras plagas. Contra la pared descansa un zurrón de piel de cabra gris, en el que alguna vez se transportó la chicha. En el otro muro, sobre un mueble reposan, en pequeños canastos, hay variedades de maíz de granos amarillos, blancos, morados, negros. Sus tamaños son variados. Todos los granos son firmes y suaves al tacto de los dedos curiosos. En el museo conviven las tradiciones muiscas y campesinas, que se funden en aromas avinagrados y dulces.
Créditos: Alcadía local La Candelaria